La posguerra en Las Parras fue muy dura, aunque la riqueza
hortícola y frutícola de su huerta propició que fuese menos dura que en otros
lugares. Por los datos y los relatos llegados a nuestros días, no hubo excesiva
represión en nuestro pueblo. Cabe destacar que uno de los datos recogidos en el
Archivo Provincial de Teruel es falso, lo que induce a dudar tanto de los
relatos orales como de los oficiales al respecto.
Antes de nada quiero aclarar que la recopilación de estos
datos no tiene ánimo de revancha ni de juzgar a nadie. Los hechos se produjeron
en un momento y en unas circunstancias en la que nadie es capaz de intuir su posible
reacción en circunstancias similares. En todo caso, la mayoría de los
protagonistas ya han fallecido y no se trata de buscar culpables. Se trata de
exponer unos hechos que debemos conocer para intentar evitar que puedan
repetirse.
Durante la guerra civil se encargó en Utrillas a unos
combatientes del ejército republicano venir a Las Parras a quemar los objetos
religiosos de la iglesia de Las Parras. El entonces Alcalde y el Secretario
fueron conocedores de ello y para evitarlo improvisaron una buena merendola
para entretenerlos y evitar que cumpliesen su función antes del anochecer. La
estrategia surtió efecto y con la merendola se les hizo tarde a los
combatientes y tuvieron que regresar a Utrillas al anochecer sin haber cumplido
su misión. Lamentablemente tres días después volvieron a venir y consiguieron
cumplir eficazmente con su función. En relación a este hecho hay documentado en
el Archivo Provincial de Teruel un sumario de ‘causa seguida contra Dionisio Marzo López que en unión de dos más
sacaron de la Iglesia Parroquial de Parras de Martín ropas, una cruz grande
parroquial de plata y otros objetos, para que si llegasen a los rojos no los
quemasen y los enterraron en el cementerio que posteriormente lo sacó y lo
escondió en una cueva habiendo desaparecido’.
En la anterior entrada La Guerra Civil en Las Parras deMartín narraba la anécdota del único fallecido del pueblo durante la guerra del
que se tiene constancia. En indagaciones posteriores he descubierto nuevos
datos del relato y de que éste no es el único fallecido durante la guerra.
Cristobal Mateo, natural de Las Parras, era secretario del
ayuntamiento de Portalrubio; localidad donde vivía. Durante la guerra se ordenó
entregar todas las armas de que se dispusiese en el pueblo de Portalrubio.
Cristobal y su hijo del mismo nombre, que eran muy aficionados a la caza, decidieron
ocultar parte de sus armas en la trompa de su chimenea (la pistola a la que me
referí en la anterior entrada del blog). Cabe recordar que las chimeneas tradicionales
eran de grandes dimensiones. Dichas armas fueron localizadas por las
autoridades, tras lo cual Cristobal hijo decidió dirigirse a su pueblo natal (Las
Parras) mientras que su padre fue detenido en Portalrubio y llevado desde allí
hasta el cementerio de Vivel, lugar donde fue ejecutado. Cristobal hijo fue detenido
en Las Parras. El Alcalde de Las Parras encomendó a mi abuelo Juan Antonio la
tarea de llevarlo custodiado hasta el cementerio de Vivel y entregarlo allí
para que fuese ejecutado. A mi abuelo le había tocado luchar en el bando
republicano durante la guerra y era amigo de Cristobal. Si mi abuelo no
ejecutaba su misión con eficacia podía correr la misma suerte que Cristobal.
Ambos lo sabían, por lo que Cristobal no ofreció ninguna resistencia para no
perjudicar a su amigo. Se comenta que cuando se acercaban a Vivel oyeron un
disparo seco en el cementerio. Era el disparo que acabó con la vida de Cristobal
Mateo padre. Cuando llegaron al exterior de la tapia del cementerio de Vivel,
mi abuelo entregó el reo a las autoridades allí presentes. Cristobal en su
despedida le ofreció su tapabocas con la frase que comenté en la entrada sobre
la Guerra Civil: “Toma Juan Antonio. A mí ya no me va a hacer más falta”. Mi
abuelo dio media vuelta para regresar a Las Parras con la ‘insatisfacción’ del deber cumplido. Cristobal hijo se negó a entrar
al cementerio para no ver el cadáver de su padre por lo que fue ejecutado poco después
en el exterior del cementerio junto a la tapia. Mi abuelo, en su regreso al
pueblo, escuchó el disparo que acabó con la vida de su amigo.
Por otra parte, poco después de la guerra una fuerte riada
dejó al descubierto los zapatos de un cadáver junto al río Las Parras a la
altura del actual puente del Sabinar, bajo el campo del Royal. Tras
desenterrarlo lo llevaron a Las Parras para su identificación. El cadáver
estaba en avanzado estado de descomposición, por lo que los porteadores
decidieron cortar ramas de árboles aromáticos que llevaban delante para mitigar
el insoportable olor. Los indicios determinaron que el cadáver había sido
asesinado y que se trataba de un hermano de Gregoria Burriel (e hijo de
Valentín Burriel). No se descubrió al asesino, pero se rumorea que pudo ser
alguien del pueblo en represalia porque anteriormente había manifestado
públicamente su afinidad con el bando republicano.
En el Archivo Histórico Nacional consta un certificado
emitido el 9 de diciembre de 1940 por el entonces alcalde Cipriano Aguilar sobre
hechos delictivos producidos en Las Parras durante la dominación roja. En él se
documenta el fallecimiento el 27 de febrero de 1937 de Ismael Sancho Escorihuela,
de 24 años, cuyo cadáver fue encontrado en la Hoya de los Molinos. Como
participantes en el crimen se documenta a Silvestre Calvo Marzo (el marido de
la entonces maestra del pueblo, doña Pilar). Se documenta también como
filiación política del difunto que era de derechas y que no había ocupado
ningún cargo público.
Se produjeron dos tristes fallecimientos accidentales más
durante la posguerra: Un día de 1941 los niños Inocencio Burriel Aguilar de 18
años, Pascual Martín Pascual de 12 años y Joaquín Galindo Marco de unos 5 años,
localizaron una bomba en la Loma de Son del Puerto cerca de la ermita de San
Juan, de Valdeconejos. Sin dudarlo se dispusieron a desactivarla para
aprovechar su metal y venderlo posteriormente al chatarrero. Dieron unos
pequeños golpes a la espoleta y Joaquín se asustó al escuchar un suave e
inquietante silbido procedente de la bomba, por lo que comenzó a correr para
ponerse a cubierto tras una ralla de roca próxima. Inocencio y Pascual, que
tenían más experiencia en desactivar bombas, se rieron del pavor con que
Joaquín huía. Nada más refugiarse Joaquín tras la ralla, la bomba explotó y
Pascual e Inocencio murieron dejando multitud de restos diminutos de sus
cuerpos esparcidos por todas partes. Al día siguiente el maestro del pueblo,
don Lorenzo, con la intención de concienciar a los alumnos del peligro de las
bombas, llevó a los niños al lugar de los hechos para que presenciasen los restos.
Afortunadamente ya se habían recogido los restos humanos y sólo quedaban los
girones de la ropa y mantas que portaban los fallecidos en el momento del
fatídico accidente. Este hecho que relato de comentarios obtenidos de
habitantes del pueblo, está documentado en el Archivo Provincial de Teruel con
el número de referencia ES/AHPTE – AUD/001462/0004.
Hubo más accidentes de este tipo durante la posguerra de los
que hay dos documentados en el archivo Provincial de Teruel: En 1939 Esteban
Morella Mallén perdió una mano por la explosión de una bomba. Desconozco más
datos del hecho en sí.
En 1947 se extraía arena del arenal que hay en la parte
superior de la eras Lucas. Para ello se utilizaba dinamita al igual que en la
minas de carbón activas del pueblo. El niño Ángel Aguilar Bello encontró en el
camino un pistón de dinamita que no había explotado en una de las cargas de
dinamita realizadas. Lo llevó a casa de Nicolás Morella para enseñarlo a los
hijos de éste, Cándido y Rosa, que eran amigos suyos. Decidió echarlo al fuego
de la chimenea para ver lo que pasaba y no le dio tiempo a ponerse a refugio.
El artefacto explotó y le produjo la pérdida de una mano. Curiosamente está
documentado en el Archivo Provincial de Teruel tanto este accidente como la
muerte de Ángel. Afortunadamente Ángel sigue vivo hoy en día y todos hemos
podido verlo las veces que ha visitado nuestro pueblo.
Existe una investigación realizada por un descendiente de
Las Parras sobre la vida de un tío suyo relacionada con la posguerra que podría
servir como guion de una película merecedora de un Oscar de Hollywood; pero
prefiero que sea su autor el difusor de dicha interesante historia.
En el Archivo Provincial existen más documentos relacionados
con la posguerra:
1.
Sumarios por adhesión o auxilio a la rebelión:
Sumarios contra Pedro Gimeno Izquierdo y Juan José Gimeno Monzón (30/04/1938),
contra Pedro Galindo Palomar (09/05/1938); contra Silvestre Calvo Marzo y
Joaquín Guallarte Alpuente (24/03/1939), contra Teresa Julve Vicente
(01/05/1939) y contra Victoriano Chulilla Marzo (10/08/1939).
2.
Expediente de depuración de funcionarios: Expediente
de depuración de los funcionarios municipales Ponciano Escobedo Pastor,
Secretario del Ayuntamiento de Parras de Martín y Bernardo Ibáñez Serrano,
alguacil (1939). Se trata de los funcionarios que ocupaban estos cargos en el Comité
de la República (el ayuntamiento) y que llegaron a ser encarcelados.
3.
Informes de antecedentes político-sociales: Joaquín
Guallarte Alpuente (1939), Juan Francisco Marzo Marzo (1939), Silvestre Calvo
Marzo (1940) y Cipriano Aguilar Abad (1961).
4.
Expedientes de responsabilidades políticas: Adolfo
García Monje (1941).
5.
Otros: ‘Expediente
instado por Benita Marzo Marzo, vecina de Parras de Martín, para inscribir en
el Registro Civil de dicho pueblo la defunción de su esposo Gabino Marzo Mateo’
(1944) y ‘Expediente de traslado de
restos de fallecidos al Valle de los Caídos’ (1958).
En una siguiente entrega sobre la posguerra me
extenderé sobre anécdotas de la recopilación de metralla para la venta a los
chatarreros entre otros aspectos.
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