viernes, 25 de abril de 2014

La Guerra Civil en Las Parras de Martín.

Inicialmente Las Parras de Martín estuvo enclavada en el territorio dominado por el Ejército Gubernamental (los Rojos); por lo que la mayoría de los movilizados a filas en el pueblo lo hicieron en el Bando Republicano. Al principio se requisaron todas las armas de fuego para usarlas en la contienda. Un vecino del pueblo entregó sus armas, pero tenía en especial estima una pistola que quiso esconder en la chimenea de su casa. Tiempo después la pistola fue descubierta y el vecino apresado. Encomendaron (obligaron) a mi abuelo Juan Antonio la desagradable tarea de acompañarlo y vigilarlo hasta el cementerio de Vivel del Río. En la puerta del cementerio mi abuelo entregó el preso a las autoridades allí presentes y se despidió de él. En la despedida, el vecino hizo entrega a mi abuelo de su tapabocas (prenda de abrigo de uso común en aquella época) y le dijo: “Toma Juan Antonio. A mí ya no me hará más falta”. Dicho esto mi abuelo emprendió el viaje de regreso a casa y poco después oyó los disparos que acabaron con la vida del desdichado vecino. Por suerte fue la única ejecución de un vecino de Las Parras durante la guerra.
Hacia febrero de 1938 la ofensiva Nacional llegó desde Cervera y Portalrubio a Las Parras por el oeste tras la denominada Batalla de Alfambra. La población civil fue evacuada hacia Utrillas, Escucha y, finalmente, Palomar de Arroyos. Una vez conquistado el territorio por los Nacionales la población civil regresó al pueblo.
Mapa del entorno donde se desarrolló la Batalla de Teruel. Se indican las situaciones inicial y final, así como la correspondiente al día 20 de diciembre de 1937, cuando la ciudad queda cercada por las tropas republicanas y comienza la batalla por la toma de la capital.


A continuación os dejo un documento sonoro con deficiente calidad que grabé en 1991 donde mi abuela Visita relata cómo vivió la guerra y su evacuación a Palomar:

Grabación de mi abuela Visitación Roche

De la feroz batalla librada en nuestro pueblo quedan innumerables restos. Hay restos de trincheras por todo el pueblo, pero se hacen más evidentes en el Cerro (parte superior de la Solana), como puede apreciarse en los mapas y fotos adjuntos. Aún pueden apreciarse cráteres abiertos por las bombas de la aviación el la Loma de Son del Puerto; aunque semiocultos por la vegetación. En la Hoya de los Molinos cayeron gran cantidad de obuses del calibre 15,5 que se incrustaban en la tierra. En la posguerra se extraía de cada cráter abierto por éstos unos 40 Kg. de metralla apreciada por los chatarreros, lo que constituía un valioso medio de supervivencia para la población.
Localización de numerosos puntos donde pueden verse restos de trincheras en el Cerro de Las Parras. Mapa obtenido de Google Earth. A continuación fotos de varios de estos puntos:








Nuestra Iglesia Parroquial sirvió de refugio para la población civil evacuada de otros pueblos y para el Ejército Republicano. De ella se quemaron numerosas reliquias religiosas; entre ellas el Altar. También se encendió fuego en su interior para calentarse en ese frío invierno deteriorando así sus pinturas.
Una vez acabada la guerra, los Maquis pasaron ocasionalmente por el pueblo refugiándose durante algún día en la Cueva de las Carboneras, Recientemente encontré allí un casquillo de bala procedente de esta época que, tras fotografiarlo, dejé en el lugar que estaba.
Entrada al corral (cueva) de la Carbonera.

Casquillo de bala encontrado sobre la placa espeleológica de la cueva.

De la búsqueda de metralla y manipulación de artefactos en la posguerra hemos de lamentar algunos accidentes. El más grave de ellos causó la muerte a dos niños: Tres niños manipulaban una bomba para desactivarla y aprovechar su metal en la venta de chatarra. El menor de ellos oyó un silvido extraño y, asustado, corrió a refugiarse tras unas rocas mientras los dos mayores se burlaban de su cobardía. Nada más llegar Joaquín Marco a su refugio, la bomba explotó esparciendo los cuerpos de los desdichados valientes en mil pedazos.
Por otra parte, Ángel Aguilar perdió una mano al explotarle una granada mientras la manipulaba.
Finalizaré con una curiosa anécdota familiar. Mi padre nació el 8 de octubre de 1936 una vez iniciada la guerra y fue bautizado en dos ocasiones. Tras finalizar la guerra los documentos de su primer bautismo habían sido destruidos, por lo que fue andando (ya contaba tres años de edad) a su segundo bautismo. Su padre (mi abuelo) fue movilizado a filas con el Ejército Republicano y apenas estuvo en el pueblo durante la guerra. A su regreso de la guerra, mi padre dijo a mi abuela que no quería dormir con ese hombre extraño en casa, refiriéndose a su propio padre.